Desde la llegada de las primeras imágenes con inteligencia artificial (IA) se habla de su peligro político. Por ahora, quizá por la complejidad de crearlos y por sus evidentes inexactitudes, parecían ser asimilados con cierta naturalidad por el público. Incluso el anunciado riesgo de los deepfakes, aunque muy real, fue recibido con cierta indiferencia. Está por ver aún que ocurre cuando estos vídeos sean indistinguibles de la realidad.
