El año ha empezado con grandes anuncios cuánticos. Después de que Google presentara su chip Willow, al que la multinacional atribuye la capacidad de resolver en cinco minutos una tarea que un superordenador tardaría cuatrillones de años, Microsoft ha afirmado que ha hallado un nuevo estado de la materia con el que domar la esquiva partícula de Majorana. Ahora, un equipo de científicos de Amazon Web Services (AWS) y Caltech muestra en Nature a Ocelot, un nuevo procesador de computación cuántica que, según la compañía, puede “reducir los costes de corrección de errores en hasta un 90%”. Todos apelan haber alcanzado logros que anticipan una nueva era de la computación. Sin embargo, los científicos ajenos a las compañías han acogido los anuncios con frialdad y cautela. ¿Se trata de una burbuja cuántica?
